jueves, 15 de agosto de 2013

El gran diluvio

El mito del diluvio universal es común a diversas culturas de la antigüedad, no solo en Oriente Medio, sino en Grecia, la India y en varios pueblos amerindios. No faltan las hipótesis entorno a su origen. Tal vez sea una forma mítica de relatar el porqué de las frecuentes inundaciones de los grandes ríos, Tigris y Éufrates, que bañan aquellas tierras. O quizás recoja la antiquísima memoria colectiva de alguna catástrofe prehistórica que marcó para siempre a la humanidad. En cualquier caso, una inundación es una calamidad para la que se busca un sentido. ¿Castigo, maldición, capricho divino?

De nuevo nos encontramos aquí con que los autores bíblicos echan mano de la tradición mesopotámica para hacer su propio remake y darle otro significado.

El agua y la sangre


El mito del diluvio se encuentra en varios poemas: el Atrahasis acadio, o el poema sumerio de Ziusudra. En el canto de Gilgamesh, babilonio, el héroe que se salva del diluvio es llamado Utnapistim.

Los capítulos 6 al 9 del Génesis recogen esta historia. Veamos primero las similitudes entre los mitos babilónicos y el hebreo.
  • En ambos casos el diluvio o inundación es fruto de una decisión divina.
  • Un hombre justo es elegido para ser salvado. Construirá un arca, albergará en ella a su familia y a muchos animales y se librará de la muerte.
  • Cuando el diluvio cesa, el hombre salvado ofrece un sacrificio a Dios / los dioses.
Ahora veamos las diferencias:
  • Las causas. El motivo de la inundación es diverso: en el Atrahasis es por capricho divino. El dios Enlil está harto del ruido que arman los humanos y decide silenciarlos para siempre, destruyéndolos. Otro dios, Enki, avisa a Utnapistim para que construya un arca y se salve.
  • En Génesis 6, Dios se enfurece ante la injusticia y los crímenes que observa en la humanidad. Especialmente le ofenden el derramamiento de sangre y las venganzas.  Si decide salvar a Noé es porque lo encuentra justo.
  • Control de mando. En el Atrahasis, los dioses están fuera de sí. De hecho, todo cae fuera de control: la ira divina, el diluvio, las reacciones de dioses y hombres. El poema describe el pánico de algunas diosas chillando y huyendo ante la riada.
  • En cambio, el Dios del Génesis mantiene el control sobre la situación. Establece una ley, rige según ella y calcula los días de lluvia y el momento en que esta ha de cesar.

Es interesante notar que el pecado de los hombres a los ojos de Dios no es religioso, sino moral. No son castigados por idolatría o infidelidad a Dios, sino por oprimir a sus semejantes y caer en la corrupción y en la violencia. De hecho, Noé es salvado precisamente porque es «justo y honrado entre los suyos» (Gén 6, 9).

Un mensaje muy actual


Utilizar una gran catástrofe natural como castigo a la violencia y la corrupción de una sociedad es un fabuloso argumento literario que se ha repetido a lo largo de los siglos. La literatura y el cine apocalíptico, sobre todo con tintes ecologistas, no son ajenos a esta veta. Podría decirse que el relato del diluvio es narrativa distópica, incluso de ciencia ficción, salvando las distancias. Nos presenta un mundo corrompido por la maldad humana y la injusticia. Encontramos a un héroe, un justo solitario que se salvará de la ruina gracias a una inspiración sobrenatural. Construye un arca ―que en la mentalidad de entonces debía aparecer como un artilugio fantástico―. Llega la catástrofe y el justo, con los suyos, se salva, mientras el mundo perece bajo las aguas. Hoy podríamos imaginar una historia similar: el mundo es devastado y un héroe, con un puñado de fieles, escapa a bordo de una nave espacial, en busca de un planeta más acogedor en algún rincón perdido entre las galaxias.

Cuando las aguas se retiran, el hombre justo sale de su nave, con su familia y los animales rescatados, y comienza una nueva vida. Ese hacer borrón y cuenta nueva es otro tema mítico que se reproduce en mitologías bien distintas. Por ejemplo, el Ragnarok vikingo, la caída de los dioses, supondrá el final del mundo y el inicio de algo nuevo. Se trata de esa vieja dinámica destrucción-muerte-regeneración que se da en la naturaleza y que se replica en los mitos de tantas culturas.

El Pacto


Pero los relatos no acaban ahí. En el Atrahasis, Utnapistim sale de su arca y ofrece un sacrificio a los dioses, matando y asando unos animales. A su olor, los dioses, muertos de hambre tras el ayuno forzoso de los días de riada, se abalanzan sobre las reses como buitres, para devorarlas. Otra escena no exenta de sarcasmo que se aleja mucho de la solemnidad de Génesis, 8, 20-21: Noé ofrece un sacrificio de animales puros a Dios, él huele el aroma agradable del holocausto y decide que nunca más volverá a maldecir la tierra por culpa del hombre.

Tras el diluvio, viene el pacto. Es la primera alianza de Dios recogida en el Pentateuco ―habrá más, como veremos―. Esta alianza se establece entre Dios Creador, toda la humanidad y todo ser viviente, sin excepción. El texto afirma que la naturaleza humana está torcida desde sus inicios, así que a Dios le toca conformarse. De nuevo bendice a Noé y a su descendencia con palabras muy similares a las de Génesis, 1: «Sed fecundos, multiplicaos, llenad la tierra… Todo aquello que se mueve y tiene vida os servirá de alimento, así como toda verdura: todo esto os doy…».

Los redactores de este episodio, procedentes de la escuela sacerdotal de Jerusalén, aprovechan el mito para explicar la importancia de guardar los rituales y de abstenerse de alimentos impuros. Aquí, Dios ya no prohíbe comer del árbol del bien y del mal, sino de ciertas carnes y de la sangre, pues la sangre es la vida, y nadie puede disponer de ella salvo Dios: «Quien derrame la sangre del hombre, por el hombre será derramada su sangre; ya que a imagen de Dios ha hecho Dios al hombre. Sed, pues, fecundos, multiplicaos, extendeos por la tierra y dominadla».

El arco iris es el signo de la alianza (Gén. 12-17). Los autores de la escuela sacerdotal, tan amigos de las señales luminosas y espectaculares para indicar la presencia de Dios, cierran el episodio con esta bella imagen: el agua y la luz se unen en el cielo, formando un arco que comunica los dos planos, natural y sobrenatural, y que recuerda el pacto ofrecido incondicionalmente por Dios a toda criatura.

 Esquema narrativo del relato


El relato del diluvio sigue la línea argumental de la narrativa bíblica, en especial la atribuida a una de sus fuentes más antiguas, la llamada J. Este esquema teológico se estructura así:
  • Dios otorga su bendición al ser humano.
  • Este cae en la tentación y peca, ofendiendo a Dios con sus crímenes. Se da una ruptura de la unión y la armonía.
  • Dios castiga a la humanidad. Pero le da otra oportunidad para empezar de nuevo.
  • Se establece un pacto entre Dios y el hombre, y aquel de nuevo le da su bendición.

En la historia del diluvio también podemos leer una  crítica de los autores bíblicos a los grandes imperios orientales bajo los cuales tuvieron que vivir los israelitas. El mundo henchido de orgullo y corrupto, arrasado por la inundación, vendría a ser una imagen de la Babilonia opresora. Se atisban las inquietudes y el sufrimiento de un pueblo exiliado, que lucha por salir adelante. En estas circunstancias, la prioridad para el pueblo es recibir justicia y poder sobrevivir en condiciones dignas.

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