sábado, 24 de agosto de 2013

Los patriarcas

Contexto e intención del relato


Después de explicar el origen del mundo y de la humanidad, la Torá pasa a explicarnos el origen del pueblo de Israel. Y lo hace valiéndose de un complejo tejido narrativo, cuyos hilos argumentales forman las historias de los patriarcas.

¿Cuándo se escriben estos relatos? Los israelitas viven bajo el cautiverio de Babilonia. Añoran la tierra perdida y esperan regresar algún día. Los sacerdotes y los profetas alientan la fe de la comunidad y urgen a una renovación de la fe en Dios. El pueblo sobrevivirá si conserva viva su memoria.

Fieles a su finalidad, contar para unir al pueblo, los autores bíblicos utilizan viejas leyendas vinculadas a santuarios israelitas para componer un relato cuyo sentido es el siguiente: Israel es un pueblo que debe sobrevivir unido, pues ha sido amado y elegido por Dios, desde sus orígenes. Y aunque atraviese duras peripecias, Dios se mantendrá fiel a su promesa de un futuro mejor, en una tierra donde volverán crecer y prosperar.

Es interesante notar que en estos relatos no hay exaltación alguna de la monarquía, ni de un santuario único que centralice el culto. Tras la experiencia del exilio, el rey y el templo han perdido su función aglutinadora del pueblo. Quedan la fe, la institución familiar y la práctica ritual en el día a día, teniendo presente la cercanía y la bendición de Dios en todo momento. Estos son los valores que se reflejan en las narraciones de los patriarcas.

Líneas narrativas


Para tejer la epopeya de los orígenes, los autores bíblicos unieron varios personajes y varias líneas narrativas de la siguiente manera:

Historia familiar: relacionaron los diversos personajes en una sola familia, de manera que Abraham, Isaac y Jacob son padre, hijo y nieto.

Peregrinaciones: los patriarcas recorren los lugares emblemáticos que jalonan la historia del pueblo.

Cultos salvíficos: los protagonistas se detienen en ciertos lugares ―donde había santuarios― a ofrecer sacrificios; allí reciben revelaciones divinas y renuevan su alianza con Dios.

Promesas: Dios va renovando sus promesas de bendición, descendencia y posesión de la tierra.

Los personajes


Normalmente, en las leyendas sobre el origen de un pueblo aparece un único fundador. ¿Por qué en el caso de Israel son tres? Veamos qué función tiene cada uno de ellos.

Abraham es un personaje de la tradición vinculado al santuario de Hebrón, en el reino del Sur (Judá). Hebrón fue un lugar que, a lo largo de los siglos, permaneció intacto, sin ser conquistado por las grandes potencias que asolaron el país. Además, en el relato bíblico Abraham recorre un largo periplo que es el mismo del pueblo: Mesopotamia, Egipto, Canaán. Sale de Ur de Caldea para ir a Jarán; de allí pasa a Canaán y pasa por Siquem, Betel, Hebrón y Beersheva. Baja a Egipto. Regresa. Abraham recibe una triple promesa: descendencia numerosa, la tierra y la protección de Dios. Por ello se erige como padre del pueblo y padre de la fe. Abraham no ve cumplidas todas las promesas que le hace Dios ―como buena parte del pueblo exiliado en Babilonia― pero cree que, en el futuro, se harán realidad. Y confía.

Isaac, el patriarca más discreto, está asociado a Lajay-Roí, el pozo del que ve. Curiosamente, es un personaje que se queda ciego… Su papel es importante: es el único de los tres patriarcas que nace y muere en la tierra prometida. Encarna el pleno derecho a la posesión de la tierra.

Jacob, por último, está vinculado al reino del Norte (Israel). De hecho, este es su otro nombre, Israel, el «fuerte contra Dios». Al igual que Abraham, recorre los lugares más significativos del pueblo errante: Mesopotamia, Canaán y Egipto, donde muere. Su visión en Betel es otra promesa de retorno a la tierra: «Yo estoy contigo, te acompañaré adonde vayas y te haré volver a este país…» (Gén 28, 15).

José, el hijo de Jacob cuya historia forma una preciosa novela inserida en el relato bíblico, representa, en palabras de J. L. Ska, el “tío de América” que emigra y hace fortuna. Su historia muestra que, pese a todo, los israelitas pueden prosperar y salir adelante en el destierro, y que las rupturas y conflictos familiares pueden resarcirse. El reencuentro y la reconciliación son posibles.

Otros personajes de los relatos patriarcales sirven para explicar el origen de diversos pueblos: Ismael, primer hijo de Abraham, será el padre de los árabes. Esaú, fundador de Edom; los hijos de Lot, origen de Moab y Ammón, y así con muchos otros.

Marco histórico de los patriarcas


El lector siempre se puede preguntar, ¿qué hay de cierto en los relatos patriarcales? ¿Existe un sustrato real? Aunque ya sabemos que la Biblia no es historia “científica”, en las narraciones de los patriarcas hay un trasfondo histórico que se puede relacionar con el devenir del Oriente Próximo entre el segundo y el primer milenio antes de nuestra era.

Entre los años 2000 y 1800 a.C. se producen grandes movimientos de pueblos en el Creciente Fértil. Los hicsos invaden Egipto y fundan una dinastía extranjera. Una nueva dinastía sube al trono del imperio babilonio; los hititas comienzan a surgir. Los hurritas se instalan en el norte de Siria y fundan el reino de Mittanni. Tribus de pastores nómadas procedentes de Arabia se van desplazando hacia las tierras más fértiles: Mesopotamia, Canaán, Egipto.

En medio de esta situación, es fácil imaginar que varios grupos nómadas de origen semita pudieran recorrer trayectos similares al de Abraham y sus descendientes. ¿Cómo vivían? ¿En qué dioses creían? Es imposible saberlo con precisión, aunque la misma Biblia arroja pistas. No existía el monoteísmo, los cabezas de clan adoraban a los dioses locales y se adaptaban a las costumbres de cada tierra. Las mujeres conservaban idolillos domésticos protectores. Los sacrificios eran habituales y obligados si se quería obtener el favor del dios.

Mensaje


Pero el relato bíblico se vale de la historia de Abraham, por un lado, para explicarnos un salto en la fe del pueblo y una diferencia sustancial con la religiosidad de las otras culturas circundantes. Por otro, quiere reforzar esta fe en tiempos de exilio y dificultades.

Abraham, como cualquier hombre de su tiempo, adora los dioses de cada lugar por donde vive. En Ur, los dioses protectores eran Sin y Ningal, divinidades lunares cuyos auspicios consulta Abraham para decidir hacia dónde partir. En Jarán, venera a los dioses de ese lugar. Y, llegado a Canaán, adora al dios El, cabeza del panteón cananeo.

Pero ¿qué ocurre? Abraham se encuentra con un dios que ya no le pide sacrificios, sino que le ofrece una alianza. Del dios de un lugar pasa a toparse con el Dios personal, el «Dios de Abraham», que le ofrece su bendición de manera incondicional. Solo busca su fidelidad. Así es como puede interpretarse el episodio del «no-sacrificio» de Isaac, uno de los más pavorosos e incomprensibles de la Biblia: Abraham se dispone a sacrificar a su hijo, siguiendo el uso de los rituales de su tiempo. Dios lo rechaza: no quiere sacrificios cruentos: quiere a la misma persona, su vida, su lealtad, su amor.

Por otra parte, la alianza que ofrece Dios es un pacto unilateral: haga lo que haga el hombre, Dios se compromete del todo, incondicionalmente. No es un ídolo a quien sacrificar para obtener algo a cambio. Su promesa es un don que se cumplirá en su momento y se realizará a través de personas y acontecimientos terrenales.

A raíz de este encuentro se da una transformación. El hombre cambia, y también su relación con Dios. El cambio de nombre en la Biblia tiene este significado: de Abram pasa a ser Abraham. Ya no será la misma persona. El conocimiento del Dios vivo lo ha convertido en un hombre nuevo.
Podemos resumir el mensaje de los relatos patriarcales en estos puntos:
  • La bendición de Dios es superior al pecado del hombre.
  • La bendición abarca a todas las naciones.
  • El pueblo es llamado a la fidelidad y la confianza.
  • Las promesas de Dios se realizan humanamente, a través de personas y acontecimientos naturales, no de forma mágica o prodigiosa.

La teología subyacente en estos relatos se podría resumir así. El hombre pasa de la adoración ritual a los dioses locales al encuentro con un Dios vivo, personal, con el que establece una relación de alianza. Este encuentro transforma su vida.

4 comentarios:

  1. No encontré lo que necesitaba no me gusto byeeeeee

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Anónimo7/07/2020

      Patetica respuesta de un ignorante byeeee

      Eliminar
  2. Anónimo8/07/2020

    Buen blog, sencillo pero bastante específico

    ResponderEliminar