domingo, 19 de enero de 2014

El Deuteronomio, la segunda ley

El libro del Deuteronomio cierra como un broche de oro la Torá, y al mismo tiempo es la puerta que abre la siguiente serie de libros bíblicos, los llamados Profetas o Nevi’im en la Biblia hebrea, o históricos en la Biblia cristiana. Es la bisagra entre la odisea de las tribus nómadas y el pueblo de Israel asentado en la tierra; el puente entre el camino por el desierto y el reino establecido.

Su grueso lo forman tres largos discursos que el autor pone en boca de Moisés. Son tres exhortaciones al pueblo de Israel antes de entrar en Canaán, la tierra prometida.

Como los otros libros de la Torá, es una construcción literaria que, teniendo una base histórica real, no responde a una intención descriptiva de los hechos, sino a una finalidad didáctica y religiosa.

Por ejemplo, la tradición atribuía este libro a Moisés, pero el mismo libro contradice tal afirmación. En primer lugar, porque en él se relata la muerte del personaje. En segundo lugar, porque alude a hechos y situaciones posteriores que Moisés nunca pudo vivir. En tercer lugar, porque la perspectiva con que está escrito el texto es la de un israelita que vive al oeste del Jordán y no al este, en Moab, donde se dice que murió Moisés, contemplando con sus ojos pero sin poder pisar la tierra prometida.

Como tantos otros libros de la Biblia, el Deuteronomio es un collage con varias partes, de diferentes épocas, bien ensambladas y reelaboradas para transmitir un mensaje coherente. Para ser comprendido, necesita conocerse su contexto y sus fuentes.

¿Qué dice?


Deuteronomio es un término griego que significa la segunda ley. Es llamado así porque en él hay una nueva versión del Decálogo y otro código legal que parte del Código de la Alianza, pero modificando diversas leyes. En cuanto a su contenido, el Deuteronomio puede dividirse en estas partes:
  • Introducción histórica que presenta el libro, quién habla, dónde está y en qué momento: Palabras que Moisés dirigió a todo Israel ―al otro lado del Jordán, en la estepa […]― a once jornadas de camino del Horeb a Cades-Barnes, por la pista de las montañas de Seir […] en la tierra de Moab…
  • Primer discurso: es un repaso histórico de lo acaecido desde el Sinaí hasta el presente. El pueblo es invitado a recordar lo que Dios ha hecho por él.
  • Segundo discurso: desde 4,44 hasta 28, 6. En él se contiene el segundo Decálogo y un corpus legal, el Código Deuteronómico. Se renueva la alianza en Siquem y se graba la ley en tablas de piedra.
  • El tercer discurso (capítulos 29 y 30) es una exhortación a la fidelidad a Dios. El pueblo es libre para decidir. La fortuna o la desgracia dependen de su responsabilidad. Si Israel es fiel, Dios lo favorecerá, si es infiel, recibirá castigos.
  • Apéndices varios (capítulos 31 al 34). Entre ellos, el panegírico de Moisés, el llamado Cántico de Moisés, el anuncio de su muerte y el relato de esta.


Moisés, líder modelo


En el final del libro se nos presenta a Moisés como un líder modelo: guía del pueblo, profeta, hombre de Dios, el único que veía a Dios cara a cara:

No hubo nunca más en Israel otro profeta comparable a Moisés en el conocimiento que tenía de Yahvé, cara a cara, ni en las señales y prodigios que Yahvé le encomendó hacer en el país de Egipto, contra el faraón, sus oficiales y todo su reino, ni en la mano poderosa ni en las gestas terribles que obró Moisés en presencia de Israel (Dt 34, 10-12).

La profesora Christine Hayes señala que ningún ser humano reúne estos atributos en la Biblia, siendo inusual para los autores bíblicos ensalzar de tal manera a una persona. Moisés se convierte en el líder paradigmático de la tradición bíblica. Y la influencia de Moisés se pondrá de manifiesto en el primer líder que le sucede: Josué.

¿Quiénes fueron sus autores?


El concepto de autoría en la Biblia no puede entenderse como el de hoy. No pensemos en nombres, ni en una sola persona. Cuando los biblistas hablan de la fuente D, la fuente J o la fuente P están trazando hipótesis. Estas fuentes podrían ser un grupo de redactores, no necesariamente de la misma época y lugar, sino fieles a una tradición o línea de pensamiento.

En lo que sí coinciden la mayoría de estudiosos es que el Deuteronomio y los libros que lo siguen: Josué, Jueces, Reyes I y II, siguen una misma tónica y, por tanto, podemos relacionarlos. La llamada fuente D o deuteronómica tiene unas características propias que la distinguen de las demás fuentes de la Torá.

Por el contenido y estilo del libro, se pueden encontrar pistas valiosas sobre la fuente D. Su orientación ideológica la sitúa en el reino del Norte, próxima al profetismo yahvista, opuesto al culto a Baal, y a figuras como Oseas, que recalca el amor y la fidelidad de Dios hacia un pueblo que no le corresponde. También su hincapié en la justicia social la relaciona con los profetas. Por su insistencia en la centralidad del culto en un solo templo se puede asociar esta fuente a la reforma del rey Josías en el 622 a.C. Este rey estableció Jerusalén como centro religioso del pueblo y prohibió el culto en santuarios locales, montes y otros lugares. Otros detalles del Deuteronomio, sobre todo en cuanto a las leyes y rituales, sugieren añadidos posteriores de la escuela sacerdotal, en tiempos del exilio y post-exilio.

La intención


El Deuteronomio cierra el conjunto de la Torá o instrucción fundamental para todo buen israelita. Por tanto, es un libro que recoge los puntos fundamentales de la fe del pueblo. Constituye un referente, religioso y moral, para iluminar todos los aspectos de la vida.

Los diversos momentos de su redacción reflejan momentos de crisis y peligros. La reforma de Josías se produce mientras el imperio asirio vive su apogeo. Tras conquistar el reino del Norte, Asiria amenaza invadir Judá. Josías necesita reforzar la identidad y las instituciones del pueblo. La reforma religiosa, centralizando el culto en Jerusalén, es uno de sus instrumentos políticos.

En el exilio, más tarde, la convivencia con extranjeros, fuera de la propia tierra, obliga a adaptar y cambiar las leyes internas. Esto se refleja en el Código Deuteronómico, que revisa, modifica y actualiza muchos preceptos del antiguo Código de la Alianza.

El contexto del exilio es importante, pues explica el enfoque del Deuteronomio: Moisés, como los judíos desterrados, habla desde el otro lado del Jordán, con la perspectiva de un futuro próspero en la tierra prometida. El anhelo del regreso, la promesa de volver, anima las páginas de este libro.

En el Deuteronomio hay un mensaje de aliento y esperanza, una llamada a seguir confiando y a mantenerse unidos, conservando la propia identidad en tierras extrañas.

Por otra parte, el libro también intenta explicar el porqué de las desgracias sufridas por Israel. ¿Por qué el reino ha caído en manos extranjeras? ¿Por qué la deportación, la desposesión de la tierra? Si Dios es todopoderoso y bueno, si Dios ha elegido a Israel como su heredad, ¿por qué ha permitido que esto ocurra?

Mensaje religioso y moral


La respuesta la encontramos en el esquema deuteronómico. Es una dinámica que sigue la tónica bíblica de la libertad moral y la responsabilidad. Dios, de entrada, ofrece gratuitamente su amor y su pacto con el pueblo. Israel puede responder aceptando y acatando su voluntad, o rechazándola. El rechazo a Dios se traduce en idolatría e injusticia social. Cuando el pueblo rechaza a Dios, este se retira y, por tanto, está expuesto a cualquier peligro y desgracia. La catástrofe sufrida no es otra cosa que el resultado de haberse alejado de Dios.

Si obedeces los mandamientos de Yahvé, tu Dios, de amar a Yahvé, tu Dios, de seguir sus caminos y observar sus mandatos, sus decretos y sus decisiones, vivirás y te multiplicarás; Yahvé, tu Dios, te bendecirá en el país donde entrarás para tomar posesión de él […] (Dt 30, 16).

El esquema puede resumirse así:

  • Dios ofrece gratis su amor y su protección.
  • El pueblo asume las consecuencias y exigencias de este pacto:
    • Si es fiel, recibirá bendiciones, paz y prosperidad.
    • Si es infiel, lloverán maldiciones y la ruina.

Por tanto, la responsabilidad última es del pueblo.

Hoy he tomado como testimonio contra vosotros el cielo y la tierra, y os he propuesto la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para ti y para tus descendientes. Ama a Yahvé, tu Dios, obedécelo, sé fiel, en esto encontrarás la vida y vivirás muchos años en el país que Yahvé prometió dar a tus padres… (Dt 30, 19-20).

Desde el punto de vista religioso, en el Deuteronomio hay una exigencia fuerte, pero también una llamada a la esperanza. La roca firme de la fe es la convicción de ser pueblo sagrado, elegido, amado por Dios. Este amor de Dios es fiel e imperecedero. En el momento en que el pueblo infiel se vuelve arrepentido, Dios lo favorecerá de nuevo.

Por un lado, el Deuteronomio ataca el culto vacío y los rituales interesados. No es esto lo que Dios quiere. La respuesta a su amor incondicional ha de ser una lealtad sincera, de corazón. El famoso shemá Israel lo resume:

Escucha, Israel, Yahvé es tu Dios, solo Yahvé. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Graba en el corazón las palabras que hoy te entrego. Imprímelas sobre tus hijos. Recítalas cuando estés en casa y cuando viajes, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalas como una señal en tu mano y póntelas como una cinta en tu frente, inscríbelas en el lindar de tu casa y en tus puertas. (Dt 6, 4-9)

Desde una perspectiva moral, el Deuteronomio insiste en la justicia y denuncia la desigualdad y la pobreza. Se refleja aquí la sociedad opulenta del reino del Norte, antes de su caída, que tanto criticaron profetas como Amós y Oseas. La abundancia propiciaba la codicia de reyes y terratenientes, que cometían toda clase de atropellos contra los pequeños campesinos, reduciéndolos a la pobreza y a menudo a la esclavitud. Amar a Dios implica ser consecuente en la vida diaria y buscar la justicia y la protección del más débil.

Maldito quien viole el derecho de los forasteros, los huérfanos y las viudas (Dt 27, 19).
No devuelvas a su amo al esclavo fugitivo que se refugia en tu casa. Que viva en tu país, en el lugar que él escoja, en una de tus ciudades donde se encuentre bien; no lo oprimas (Dt 23, 15-17).

Temas clave del Deuteronomio


El primero, sin duda, es el amor de Dios. En el Deuteronomio este amor es un don incondicional. Pero, ¡alerta! Que Israel no se sienta especial ni superior a otras naciones, porque el motivo de este amor no es ningún mérito propio:

Yahvé no se ha ligado con vosotros ni os ha elegido porque fuerais los más numerosos entre los pueblos. En realidad, sois los más pequeños de todo. Es porque os ama y porque quiere cumplir el juramento dado a vuestros padres. […] Reconoce, pues, que Yahvé, tu Dios, es el verdadero Dios, tu Dios fiel que mantiene el pacto y su amor hasta la milésima generación de quienes le aman y observan sus mandamientos… (Dt 7, 7-10).

Este amor se expresa mediante vigorosas metáforas. Una de ellas, que utilizan también los profetas, especialmente Oseas, es la del amor conyugal. Dios es el esposo e Israel la esposa. También se utiliza la imagen del padre y los hijos, el águila y los polluelos:

Lo encontró en el país del desierto, en la soledad de alaridos salvajes. Se preocupó y lo instruyó, veló por él como por la niña de sus ojos. Como el águila levanta su nidada y planea sobre sus pequeños, extiende las alas y los lleva sobre las plumas. Yahvé solo lo guía, con él no hay dios extranjero (Dt 32, 10-12).

Otro tema crucial es el concepto de Israel como pueblo santo, elegido, separado. Esto implica que sus gentes deben ser fieles, también, a la ley al culto de Yahvé para mantener su carácter sagrado:

Porque tú eres un pueblo santo para Yahvé, tu Dios. Yahvé, tu Dios, te ha escogido para que seas su pueblo entre todas las naciones que hay en el mundo (Dt 7, 6).
Mira los cielos y la tierra y todo lo que contienen. Son de Yahvé, tu Dios. Pero él sólo se inclinó hacia nuestros padres, los amó y entre todos los pueblos escogió a su descendencia, es decir, a vosotros, hasta el día de hoy (Dt 10, 14).

Otros temas importantes:
  • Centralización del culto en Jerusalén. Disposiciones especiales para los sacerdotes y levitas.
  • Abstracción de la divinidad: el templo es el lugar donde habita su nombre, no él directamente. Se abandonan las imágenes antropomórficas por una presencia más intangible.
  • Dios se puede escuchar, pero no ver. No abundan las manifestaciones visuales de su presencia como en otros pasajes bíblicos ―nubes, fuego, tormenta―.
  • Los sacrificios ya no son imprescindibles para invocar la presencia de Dios, son ofrendas que luego se reparten entre los sacerdotes y los pobres.
  • Insistencia en la justicia social: pobres, huérfanos, viudas.
  • Cada generación renueva el pacto con Dios en el monte sagrado. Se actualiza la alianza con la celebración de la Pascua.

Observa la llegada del mes de habib para celebrar la Pascua de Yahvé, tu Dios. Porque el mes de habib, durante la noche, Yahvé, tu Dios, te hizo salir de Egipto. […] Come pan sin levadura durante siete días, recordando que saliste precipitadamente de Egipto; así tendrás presente toda la vida el día que saliste del país de Egipto (Dt 16, 1-3).

Conclusión


El Deuteronomio culmina la Torá, pero la historia del pueblo queda abierta. Aún no ha entrado en la tierra prometida. Por tanto, concluye una etapa pero se inicia otra.  Israel ha salido liberado de Egipto, pero tiene que conquistar la tierra prometida. Desde la perspectiva del pueblo exiliado, siglos más tarde, encontraremos otra comunidad que también ha de liberarse del yugo extranjero y que espera volver a su tierra añorada. Desde esta óptica, es  fácil entender por qué el Deuteronomio lanza su mensaje: de reflexión ante lo ocurrido, de toma de posición ―asumir el pecado y los errores, volver a acercarse a Yahvé― y de esperanza, porque…

No hay nadie como el Dios de Jesurun; cabalga sobre el cielo para ayudarte, cabalga sobre las nubes lleno de majestad. Es un refugio el Dios de la antigüedad; aquí abajo, su brazo eterno persigue al enemigo ante ti y te ordena que lo extermines. Israel reposa seguro, la fuente de Jacob está apartada en un país de trigo y vino nuevo, donde el rocío destila del cielo. Feliz tú, Israel, ¿quién es como tú, pueblo salvado por Yahvé, escudo que te defiende? (Dt26-29).

domingo, 5 de enero de 2014

Los códigos legales en el A.Testamento

Extracto del artículo de Jordi Cervera i Valls, publicado en la revista de la Facultat de Teologia de Catalunya, RCatT, XXXII/2 (2007).

El estudio de los códigos legales del Antiguo Testamento nos permite saborear la evolución de la conciencia religiosa, moral y jurídica del pueblo de Israel durante algunos siglos.

En el estudio de estos códigos hay que tener en cuenta el contexto histórico, las fuentes secundarias de las leyes bíblicas, los relatos no legales que reflejan algunas prácticas y una interpretación independiente antes de cotejarlos con las leyes de otros pueblos del antiguo Oriente y las fuentes rabínicas.

Albrecht Alt es un referente en el estudio de la ley israelita. Es el primero que define las leyes casuísticas y las apodícticas. Alt sostiene que la ley israelita es producto de redacciones tardías, iniciadas por el movimiento deuteronómico y completadas en el periodo exílico y en el período persa (siglos VII-V a.C.).

Los orígenes de la ley israelita


La ley israelita, como la de otros pueblos de la antigüedad, se basa en el derecho oral. Nahum Sarna observa que en los textos bíblicos no aparecen referencias a diversas transacciones y actividades económicas, lo cual denota que existía un cuerpo de ley común no escrita que se transmitía de generación en generación.

En el mundo antiguo la dimensión oral de las leyes era importante: la palabra dada tenía valor por sí misma, el documento simplemente era una evidencia del procedimiento oral. Los textos escritos no tenían la relevancia que tienen en la ley moderna.

La ley en la Biblia


Las leyes israelitas se pueden rastrear en numerosos textos del Antiguo Testamento:
  • Los decálogos: Éx 20, 2-17) y Dt 5, 6-21.
  • El Levítico: mandatos, leyes sacerdotales, normas cultuales.
  • Las maldiciones deuteronómicas (Dt 27, 15-26).
  • Las colecciones legales: Código de la Alianza (Éx 20, 22-23), leyes sacerdotales del Levítico 1 y Números 11, el Código de Santidad (Lv 17-27), el Código Deuteronómico (Dt 12, 26).
  • Relatos legales y narraciones, como los del Génesis.
  • Los profetas anteriores (Jueces, Samuel), recogen leyes de la tradición más primitiva.
  • Los profetas posteriores nos aproximan a las leyes de cada momento.
  • Los Ketuvim (Proverbios, Salmos, Crónicas, Esdras y Nehemías) evocan la misma Torá.


Paralelos entre la legislación oriental y occidental


Los hallazgos arqueológicos nos han descubierto diversos códigos legales del antiguo Oriente Próximo, como el de Hammurabi, y ayudan a comprender mejor la legislación bíblica. Muchas prácticas descritas en la Biblia eran comunes en otras tradiciones del Creciente Fértil.

La lengua acádica y la escritura cuneiforme recogen una rica tradición que forma parte de una cultura común, la mesopotámica. La influencia de esta cultura legal es patente en la Biblia.

No deja de ser interesante que en el mismo tiempo en que se fijó la Torá aparezcan, en occidente, las XII Tablas, el código legal más antiguo de los romanos. La aparición de estos dos cuerpos legales se da en una época de expansión del Imperio Persa, con lo cual la irradiación del legado jurídico oriental se pudo extender muy lejos. No hay pruebas, pero podríamos hablar de una ósmosis entre los pueblos alrededor del Mediterráneo entre los siglos VI y IV a.C.

Códigos legales del antiguo Próximo Oriente


Se han encontrado muchos, similares en estilo y contenido:

·         Leyes de Ur-Nammu, en Ur, escritas en sumerio. 2100 a.C.
·        Leyes de Lipit-Ishtar, en Isin, escritas en sumerio. 1900 a.C.
·         Leyes de Eshmunna, de esta ciudad, escritas en acadio. 1770 a.C.
·         Leyes de Hammurabi, en Babilonia, escritas en acadio. 1750 a.C.
·         Leyes de Assur, escritas en acadio, siglo XIV a.C.
·         Leyes neobabilónicas de Sippar, escritas en acadio, siglo VII a.C.
·         Leyes hititas, de Anatolia, en cuneiforme y lengua hitita, siglos XIV al XII a.C.
·         Código de la Alianza, en el Éxodo, 21-22.
·         Código Deuteronómico, en el Deuteronomio 15-25.
·         Código de Santidad, en el Levítico.

El esquema de estos códigos legales era similar: prólogo histórico, cuerpo de leyes y epílogo. Se solían grabar en piedra en estelas y monumentos. Eran copiadas por los aprendices de los escribas, como ejercicios de escritura, y son estas copias en tablitas de arcilla las que han llegado hasta nosotros en muchos casos.


Curiosamente, no se ha encontrado ningún código legal en el Egipto antiguo, aunque sí se han encontrado leyes incluidas en textos de época helenística.

El Código de la Alianza

Se encuentra en Éxodo 20, 22-23. Refleja una sociedad sedentaria ―alusiones a esclavos, inmigrantes, ganados, campos, viñas, casas―. Es posiblemente la recopilación de leyes más antigua de la Biblia, y nos remite a los tiempos de los jueces y principios de la monarquía. Agrupa una serie de leyes casuísticas, basadas en el derecho consuetudinario, y leyes apodícticas con un apoyo teológico que apela a la autoridad divina y al compromiso de Yahvé con el pueblo.

¿Cómo se compuso este código? No hay acuerdo. Posiblemente se recopilaron las leyes antiguas y se hizo una reelaboración teológica pre-deuteronómica. Las leyes casuísticas evocan una época previa a la monarquía, durante el establecimiento en Canaán. Las leyes rituales hablan de un culto descentralizado (por tanto, son anteriores a la reforma del rey Josías). La caída del reino del norte y la afluencia de refugiados hacia el sur creó una serie de situaciones y nuevas clases sociales que requerían legislación. Este podría ser el contexto en que se redactaron muchas leyes contenidas en el Código de la Alianza.

La estructura del Código de la Alianza:
·         Prólogo: leyes  cúlticas.
·         Cuerpo legal: leyes casuísticas y apodícticas.
·         Epílogo: leyes cúlticas.
·         Conclusión y glosas: fundamento teológico.

El relato del Sinaí contiene alusiones a leyes de diferentes épocas. El Código de la Alianza va unido al Decálogo en el Sinaí. Con esto se quiere dejar claro el origen divino de la ley. La legislación es revelada por Dios. Este aparece como garante de una correcta aplicación de las leyes. Es la razón última de cumplir las leyes:
Aléjate de toda falsedad. No condenes a muerte al inocente o al justo, porque yo no absolveré al culpable (Éx 23, 7).
Si los maltratas y claman a mí, yo escucharé su clamor, y encendido de indignación, os haré morir en la guerra; entonces quedarán viudas vuestras mujeres, y huérfanos vuestros hijos (Éx 22, 22-23).
Y todo lo que os he dicho lo guardaréis (Éx 23, 13ª).

El Código Deuteronómico

Ocupa 15 capítulos del Deuteronomio, dedicados a regular la vida de la comunidad. Trata de las relaciones interpersonales y la relación del ser humano con Dios.

La redacción del Código Deuteronómico parece que se hizo en dos etapas. Una primera está vinculada a la reforma del rey Josías, que centralizó el culto en el santuario de Jerusalén. Recoge la ley del Código de la Alianza y la prolonga. Más tarde, en época del post-exilio, se añade y completa el código con el Decálogo y otras leyes.

La legislación refleja, por un lado, la sociedad del reino de Judá bajo la monarquía y posteriormente la sociedad de una comunidad en exilio, emigrante y en tratos con pueblos de culturas y legislaciones distintas.

La estructura del Código Deuteronómico:

·         Primera fase: reforma de Josías, basado en el Código de la Alianza, leyes de culto y otras de influencia asiria.
·         Segunda fase: en el exilio, Decálogo y otras leyes rituales.

Dios es el referente ineludible. El Deuteronomio es un tratado de vasallaje entre Dios y el pueblo de Israel. El Código Deuteronómico recoge las estipulaciones del tratado.

Incumplir la ley significa ser infiel a Dios y afecta a toda la comunidad. En este sentido, la ley es un gesto de lealtad a Yahvé, y no al gran rey de Asiria.

La gran cantidad de leyes apodícticas refleja una situación social más compleja ―el exilio―. La centralidad del culto en Jerusalén es el rasgo más destacado. Israel es el pueblo elegido por Dios. Todo miembro del pueblo es un hermano.

La posesión de la tierra es otro tema clave. La promesa hecha a los padres, la liberación de Egipto y el retorno a la tierra prometida son fundamentales.

La mediación de Moisés también es crucial: Dios no se revela directamente, sino a través de sus enviados.

Varios autores señalan que, más que un código legal, el Deuteronómico es un programa utópico que fundamenta en Dios y en sus promesas la situación ideal del pueblo de Israel: arraigado en su tierra, próspero y fiel al Dios que lo salva, con un único centro de culto, Jerusalén.


El Código de Santidad


Se encuentra en el Levítico (17-26). Se atribuye a un redactor de la escuela sacerdotal, post-exílica, con influencia de profetas como Ezequiel. Aunque algunos autores como J. L. Ska señalan varias manos. Algunos opinan que es un complemento del Código Deuteronómico. Otros señalan su relación con el de la Alianza. Otto asocia el Código de Santidad con la redacción final del Pentateuco.

La estructura del código:

1.      Primer bloque: leyes sobre los sacrificios, 3 capítulos sobre las leyes de los israelitas, 3 capítulos sobre el sacerdocio.
2.      Segundo bloque: leyes sobre el sábado, leyes varias y leyes sobre las fiestas.

Como el de la Alianza, está ligado al relato del Sinaí para legitimar las leyes sacerdotales y de culto. La revelación divina sucede en la tienda de la reunión, aunque las teofanías se darán al pie de la montaña santa.

El rasgo más repetido es la fórmula «Yo soy el Señor», utilizando el término Adonai. Dios, de nuevo, es el referente y fundamento de la ley.

Si las leyes se cumplen, el Señor garantizará la permanencia en la tierra. Las transgresiones serán contempladas como impurezas y pueden ser motivo de que el infractor sea excluido ―cortado― del pueblo.

En este código aparece algo nuevo: la alianza no solo alude al Sinaí, sino a los patriarcas.

Ubicación histórica


En resumen, podríamos decir que los tres códigos fueron elaborados en estos períodos:
  • Código de la Alianza: la monarquía, antes de la reforma del rey Josías (ss. X-VIII).
  • Código Deuteronómico: durante el exilio (ss. VII-VI a.C.).
  • Código de Santidad: período persa, post-exilio (s. V a.C.)


Un tratado de vasallaje


Durante mucho tiempo se ha debatido si los códigos bíblicos eran realmente aplicados. Los especialistas dicen que son más descriptivos que prescriptivos. Definen unos principios fundamentales y un ideal de justicia que orienta la aplicación del derecho en el día a día.

Las colecciones legales del Antiguo Testamento adoptan la forma de un tratado de vasallaje como los de otros reinos orientales. Aquí, el rey es Dios y el vasallo es el pueblo de Israel.

El esquema de los códigos de la época, por ejemplo los hititas, era:

·         Identificación del rey.
·         Prólogo histórico.
·         Estipulaciones: obligaciones.
·         Disposiciones sobre su lectura pública y mantenimiento en el templo.
·         Lista de testigos ―dioses―.
·         Bendiciones y maldiciones.

Tras la lectura del documento, se da la ceremonia de ratificación del tratado y la imposición de maldiciones.

Los códigos bíblicos siguen este esquema. La relación entre Israel y Yahvé es la de un sirviente y un señor. Dios es el rey, que se identifica, manifiesta su poder y se compromete a proteger al pueblo. El pueblo, por su parte, asume unas obligaciones y se compromete a cumplirlas, consciente de las consecuencias de su incumplimiento. El tratado de vasallaje es el género literario que expresa el sentido teológico de la ley israelita.

Ley y revelación


Si estudiamos la ley antigua de los pueblos orientales y occidentales, veremos unas diferencias. En occidente ―Grecia, Roma―, la ley procede de la autoridad de los antiguos ―Licurgo, Solón, los diez sabios…―. En oriente, la ley emana de los dioses, y el rey se convierte en su portavoz. Pero en Israel se da un caso único: el mismo Dios, Yahvé, es autor de la ley, y es él quien la promulga y la dicta. Las repercusiones sociales y religiosas de esto son importantes, porque más allá de la divinidad, la ley adquiere una dimensión ética. Si Dios es la fuente de la ley, su infracción es una ofensa contra la divinidad. La ley adquiere una majestad que la libera del relativismo humano y se inserta en la esfera metafísica.

Otro rasgo único de la ley israelita es la unión de religión, ley y moralethos, ius, cultus―. Ante esta peculiaridad el debate está servido. ¿La unión de ley, moral y religión ayuda a descubrir la dimensión divina de esta? ¿O es una experiencia sobrenatural, en un momento dado, la que lleva a hacer una lectura teológica del derecho?

Sarna apunta que la legislación bíblica, por encima de todo, es la expresión de la alianza entre Dios e Israel. Por tanto, no se pueden separar los textos legales de la narración del Éxodo. Dios se revela en la historia del pueblo como salvador y liberador. La ley emana de este Dios que se comunica con los suyos. Por esto al derecho consuetudinario se le añade una ética fundamentada teológicamente: Dios es el basamento del orden legal de la sociedad. Todo gira a su alrededor.

Otto afirma que en el Pentateuco se dan dos concepciones distintas de la identidad de Israel: la deuteronómica y la sacerdotal. Finalmente, triunfa la visión sacerdotal, y esto se refleja en la recopilación y en los retoques que han experimentado los códigos legales del Antiguo Testamento.

Como conclusión podemos decir que la ley es algo coyuntural y reformable. Para el antiguo Israel, la ley no es una norma absoluta, sino sujeta a cambios creativos. El fin de la ley es mantener viva la dimensión metafísica, no el cumplimiento estricto de las normas. Debe quedar bien claro que Absoluto solo hay uno.